martes, 14 de octubre de 2008

FILOSOFÍA DE LA FUNDACIÓN APIC

PABLO MARTÍNEZ DE ANGUITA
Fundacion APIC - España
Ante este panorama mostrado en los últimos dos artículos, la Fundación APIC quiere caracterizarse por un humanismo solidario como herramienta de trabajo en los proyectos de desarrollo rural. Los proyectos de desarrollo rural requieren requerido que “la implicación con la necesidad no se quedara en una mera relación de compasión, sino que las personas se convirtieran en verdaderos compañeros”[1] Por ello, el punto crucial de la cooperación al desarrollo es el interés y afecto por las personas concretas y sus circunstancias: “la tarea a realizar no consiste prioritariamente en proporcionar una serie de recursos materiales, sino en compartir la vida y el destino, afrontando conjuntamente las necesidades concretas de las personas, desde la falta de alimentos hasta la exigencia que todos tenemos de ser educados a descubrir nuestro propio yo y el significado de la realidad[2]”.
La consideración de todas estas cuestiones ha ido cristalizando en una serie de principios que pretenden ser aplicados en el diseño de proyectos de desarrollo. Estos principios son los de sostenibilidad, solidaridad, participación subsidiaridad, educación y eficacia.

Principio de sostenibilidad
El concepto de desarrollo sostenible fue introducido en la agenda internacional en 1987 en el marco de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, (Comisión Brundtland) con el informe “Nuestro Futuro Común” y fue confirmado por los gobiernos como prioridad internacional en la Conferencia de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992. La definición más universalmente aceptada proviene de la Comisión Brundtland y considera que el desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Este mantenimiento de las capacidades a lo largo del tiempo, se manifiesta en las siguientes exigencias:
Que las actividades humanas no sobrepasen la capacidad de carga de los ecosistemas para continuar proporcionando bienes y servicios ambientales de manera continua. Esto engloba cuatro aspectos: los recursos renovables (como caza, pesca, bosques, etc.) deben aprovecharse a un ritmo que no exceda su tasa de renovación; los recursos no-renovables (combustibles fósiles, minerales, rocas, etc.) deben consumirse de forma que se permita su progresiva substitución por otros renovables; los residuos deben ser generados en una cantidad que el ecosistema sea capaz de asimilar o reciclar o, al menos, minimizar la producción de residuos; y, por último, la biodiversidad debe conservarse.
Que el resultado de la actividad económica se distribuya de manera equitativa entre los distintos grupos sociales, considerando la distribución intergeneracional y también entre las distintas regiones o territorios.
Que la calidad de vida y las necesidades humanas queden satisfechas pero realizándose con el máximo de eficiencia y mínimos impactos.
Una interpretación amplia del principio de sostenibilidad debe, además, tener en cuenta que la conservación -el cuidado- no puede partir únicamente de la consideración exclusivamente utilitarista de los bienes, sino más bien, de un respeto por la integridad que los seres humanos encuentran en el planeta propiciada por un sentido de admiración por la naturaleza y su orden
[3]. De no ser así, “la consideración de la naturaleza como algo dominado o que dominar, simple entorno del hombre, fuente de materias primas y recursos naturales, modificable a nuestro gusto, utilizable como sede de nuestras actividades, significaría al fin y al cabo la no pertenencia del hombre a la naturaleza; la naturaleza carecería de valor y no tendría otro sentido que el que quisiéramos darle, no sería, en suma respetable.”[4]

Principio de solidaridad
La solidaridad puede entenderse como la capacidad de comprender y compartir el destino que cada ser humano lleva implícito tanto con el resto de los hombres como con el resto de criaturas y con el planeta en su totalidad. Ésta necesariamente ha de partir del sentido del cuidado y admiración ante lo que se respeta, tanto de personas como de paisajes.
Son muchos los autores que han puesto de manifiesto la mutua interdependencia entre ecosistemas y personas, y la necesidad de una nueva solidaridad global para conservarla. La solidaridad es un principio básico que debe regir cualquier actuación social y política: es expresión de la fraternidad humana en todos los campos de la convivencia, y es respuesta también al principio de justicia social
[5] que lleva a vencer el abismo existente entre el superdesarrollo unilateral de algunas comunidades y el subdesarrollo insoportable de las más, también en lo que a la degradación del entorno natural se refiere.
Respecto a la solidaridad entre personas, la conservación de la naturaleza no puede considerarse como un privilegio de los países desarrollados, en los que las necesidades básicas ya están cubiertas, sino que debe abordarse como una herramienta útil para favorecer el desarrollo de todos los pueblos. Una gran multitud de personas vive en condiciones de miseria, en el más bajo nivel de supervivencia, al tiempo que otras sociedades siguen acumulando bienes superfluos despilfarrando los recursos disponibles. Respecto a la solidaridad con la naturaleza, es necesario recordar que solidaridad y sostenibilidad están íntimamente relacionadas. Es más probable que la sostenibilidad se consiga cuando se deje de concebir al hombre como intérprete y dominador de la naturaleza para transformarse en dominador de su dominación y en buscador de un significado y un destino común para él y su planeta.

Principio de participación
La participación es el proceso de compartir decisiones sobre los asuntos que afectan a la vida personal y de la comunidad en la que se vive. La participación es quizás la demanda más seria de la solidaridad, la que primero aparece tras la satisfacción de las necesidades elementales y aún junto con ellas.
[6].De forma específica, la participación ambiental es un proceso que posibilita la implicación directa en el conocimiento, valoración, prevención y mejora de los problemas ambientales[7].
En el ámbito de la cooperación este principio se concreta en la participación de todos los agentes. La participación es un principio que afecta tanto a receptores como a donantes
En los países receptores de ayuda, la participación permite que los recursos de cada territorio (humanos, naturales, económicos, culturales) sean valorizados por los propios agentes locales, y que éstos constituyan la base de la creación de nuevas actividades sostenibles generadoras de empleo y de riquezas. Las personas que forman parte de un proceso de desarrollo participado experimentan un sentimiento de pertenencia, se sienten integrados en una organización común y se reparten las obligaciones y derechos para resolver las necesidades colectivas y mejorar las condiciones de vida, las propias y las de aquellos que les rodean convirtiéndose en los verdaderos protagonistas de su desarrollo
[8]. La participación es el factor que permite que el donante, pierda “control” sobre el proyecto y, a cambio esto, la población beneficiaria consiga la apropiación y sostenibilidad, “logros preciosos” en nuestro campo de trabajo[9]
Existen diferentes formas y grados de participación, que oscilan desde fórmulas de participación superficial y pasiva -como la mera exposición a información pública de los proyectos o la consulta, a través de encuestas o sondeos, de las demandas sociales- hasta propuestas de participación profunda y activa, orientadas a la toma de decisiones y el control ciudadano de la gestión pública[10].
La participación social es además una expresión del principio de subsidiariedad de los gobernados y concepción orgánica de la vida social que permite contar con el apoyo de las organizaciones que tienen como fin la tutela de los bienes naturales.

Principio de subsidiaridad
La subsidiaridad consiste en el principio por el cual “una estructura de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales con miras al bien común
[11]”. Este principio exige que ni el Estado ni ninguna sociedad más amplia suplante la iniciativa y la responsabilidad de las personas y las asociaciones generadas por éstas para lograr su desarrollo.
Esta exigencia implica no sólo la participación activa de los actores sociales en las instituciones locales y regionales, sino la necesidad de que sean las propias instituciones las que desde un verdadero interés por las personas para las que trabajan permitan su propio crecimiento y desarrollo tanto personal como de comunidad que madura hasta asumir sus propias decisiones sobre los asuntos que afectan a la vida personal y de la comunidad en la que viven.
La subsidiaridad implica que el Estado, a través de sus actuaciones en cooperación debe favorecer que sea la sociedad la que se responsabilice en primera instancia de la conservación de sus ecosistemas y por lo tanto de su gestión sostenible, sosteniendo, valorando y equilibrando en su caso las iniciativas de una sociedad “viva”.
El principio de subsidiaridad plantea que si bien todo crecimiento resulta al fin un asunto personal, y por lo tanto nadie puede sustituir a otro en su crecimiento personal o comunitario, lo que sí es posible y, a la vez, requerido, es ayudar a crecer, lo que lleva al último de los principios, la educación.

Principio de educación
Educar significa introducir a la persona en la realidad, profundizar en el sentido que tienen las cosas, descubrir su valor. Es una acción intencional que contribuye a proyectar las posibilidades, capacidades y la personalidad de cada individuo, y a crear, corregir y ordenar tendencias para crecer como personas. Es una acción positiva capaz de lograr de cada sujeto su aportación personal a su sociedad
[12].
Todos los aspectos de la realidad tienen un significado, desde una poesía a un teorema. Por ello, la educación no es solamente instrucción, no puede renunciar a transmitir el significado de la realidad que se estudia. La educación es invitación a descubrir la verdad de lo que existe de modo que el afecto por las cosas no decaiga, de ahí que sea un requisito educar en libertad. Educar es enseñar a apreciar la realidad, a comprender cómo ésta con su positividad y atractivo nos reclama, cómo se convierte en el objeto de nuestra búsqueda, de nuestra libertad. Los bosques y su contemplación es un ámbito donde se verifica fácilmente este atractivo. La belleza y la armonía de un bosque constituyen un motor que nos impulsa a conservarlo. Esta belleza exige una adhesión que hace entrar en juego a nuestra libertad. El seguimiento de lo atractivo exige un afecto fundamental que no puede darse sin libertad. Este afecto conduce al interés. Si éste cesa, el movimiento y el crecimiento que el objeto -en nuestro caso la naturaleza- genera decaen. Sin esta educación basada en el afecto libre por la realidad, que no es otra cosa que inversión en capital humano en su más completa acepción, la instrucción tiene más dificultad para traducirse en desarrollo para todos, único y verdadero instrumento de paz entre los pueblos. Sin esta educación, la instrucción y el uso de la ciencia y la tecnología corren el peligro de provocar solamente violencia, dictadura e injusticia
[13].
Por otra parte, además de esta relación entre libertad, afecto, desarrollo y paz, la conservación de la naturaleza añade otro ingrediente fundamental a la educación. La educación para la conservación y la solidaridad están íntimamente ligadas. La contemplación de la belleza invita a presentir un sentido básico de solidaridad. El mundo natural permite intuir en su armonía un siginificado positivo que responde de una forma común a exigencias humanas básicas de plenitud y felicidad. Por ello educar ya sea en la solidaridad o en la conservación, no puede ser una instrucción sobre métodos, sino sobre todo una profundización del sentido hallado a partir de una o varias experiencias propuestas y vividas. La educación para la conservación debe ayudar a admirar la belleza de toda la naturaleza, y a comprenderse uno mismo como parte de algo más grande en lo que también están presentes los demás en la misma forma que uno mismo
[14]. Educar en esta solidaridad y para la conservación, es una iniciativa indispensable para favorecer una conducta cuidadosa y respetuosa con nuestro entorno natural y humano, y puede y debería hacerse de un modo conjunto. Todos los miembros de la sociedad tienen un cometido preciso a desarrollar, la educación ayuda a encontrarlo y a activarlo. Educar en la responsabilidad ecológica es parte de ese cometido, es una responsabilidad con nosotros mismos y con los demás y con el medio ambiente.

Principio de eficacia y eficiencia
La eficacia es la capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera, sin que priven para ello los recursos o los medios empleados. La eficiencia es la capacidad para lograr un fin empleando los mejores medios posibles. Las acciones de cooperación deben garantizar que los beneficios últimos llegan las poblaciones más desfavorecidas y deben guiarse por el principio de máxima eficacia. La eficacia requiere ser medida, lo que plantea la necesidad de conseguir resultados verificables, evaluables y cuantificables, lo que a su vez exige el desarrollo de criterios e indicadores para medir dicha eficacia. Así mismo se deben primar las acciones que permitan lograr mayor número de objetivos evitando el despilfarro de recursos, es decir lograr una cooperación eficiente, la cual debe llevar a buscar sinergias y a identificar las cuestiones clave y áreas prioritarias que permitan multiplicar el efecto de los proyectos.

[1] CESAL. 2002. Buenas noticias nº 1.
[2] CESAL. 2002. Buenas noticias nº 2.
[3] Un ejemplo de este sentido de admiración que precede al respeto puede encontrarse bellamente descrito en la obra póstuma de Rachel Carson “The sense of wonder” (1965, Harper Collins Publishers). Carson, pionera del conservacionismo y famosa por su lucha contra la expansión del DDT en la década de los sesenta, escribe sobre la importancia de descubrir nuestra capacidad de maravillarnos ante la naturaleza con la sencillez y fascinación de un niño.
[4] Ramos, A. 1993. ¿Por qué la conservación de la naturaleza? Discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. FUCOVASA. Madrid.
[5] Numerosos autores consideran el principio de justicia ambiental como incluido dentro de éste.
[6] La población participa en un proceso de desarrollo en la medida en que tiene un motivo: satisfacer sus necesidades. Las necesidades sociales son las que comprometen en mayor o menor grado o extensión a la comunidad, y no sólo a un individuo. Estas necesidades y aspiraciones de la comunidad se expresan en la demanda social. La demanda social es la propuesta de acción que resulta de la identificación y manifestación de los problemas con que la comunidad tropieza en su marcha histórica. Satisfacer dicha demanda social, es decir, las necesidades que siente y expresa, es lo que motiva a una comunidad a mejorar y, en consecuencia, a aprender lo que necesita para mejorar (Martínez de Anguita, P. 2006. Desarrollo Rural Sostenible. McGraw Hill. Madrid).
[7] Martínez de Anguita, P. 2006. Desarrollo Rural Sostenible. McGraw Hill. Madrid.
[8] Martínez de Anguita, P. ibidem.
[9] IDB, Resources Book on Participation.
[10] Orduna (2004) en Martínez de Anguita (2006) propone la siguiente escala en la participación:
Dar parte: comunicar, informar, notificar (manifestar la demanda social).
Tomar parte: intervenir, actuar (actuar e intervenir para satisfacer las necesidades sociales).
Tener parte: compartir cosas, sentimientos e ideas (Tener sentimiento de comunidad, creerse un proyecto común, construir un local social, etc.).
Formar parte: unirse para cooperar en algo (Organizarse en un Grupo de Acción Local; crear una asociación).
Repartir: recibir una parte de algo que se distribuye (Distribución de responsabilidades, beneficios, tareas y cargos; reparto de ventajas y beneficios).
[11] Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica, §1883. En www.vatican.va
[12] Orduna (2004) define la educación para el desarrollo como una disciplina específica de la educación que consiste en el “conjunto de acciones que buscan el conocimiento y entendimiento de quienes protagonizan el proceso de mejora socio-económica”. Además distingue la educación para el desarrollo de la “educación para la cooperación al desarrollo”, que es definida como el conjunto de acciones que buscan el conocimiento y el entendimiento del que da la ayuda, así como su capacitación y preparación para darla, siendo uno de sus modos la sensibilización.
[13] Vittadini G. Educación+Instrucción=Desarrollo. En Buenas Noticias. Cesal, nº 7. Diciembre, 2003.
[14] Al respecto ver “Martínez de Anguita, P. 2002. La tierra prometida. Una respuesta a la cuestión ambiental. EUNSA. Pamplona.

miércoles, 20 de agosto de 2008

DESARROLLO RURAL Y POBREZA EN AMÉRICA LATINA

PABLO MARTÍNEZ DE ANGUITA
Fundacion APIC - España


La Fundación APIC nace con una clara vocación de contribuir a la erradicación de la pobreza rural. Más de la mitad de la población en los países en desarrollo vive en el campo, muchas veces en situaciones de extrema pobreza. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 1999[i]) de las Naciones Unidas, en 1999 había 211,4 millones de pobres en la región (7,6 millones más que en 1997), de los cuales más de 89 millones vivían en condiciones de extrema pobreza. De éstos, la población rural total de la región ascendía a 121 millones de personas, de las que más de 77 millones eran pobres y casi 47 millones vivían en condiciones de extrema pobreza.
A pesar de ser un porcentaje numeroso de la población, en el que se dan las mayores tasas de pobreza, no se invierte sobre ellos gran capital ni social ni de infraestructuras, a excepción de las destinadas a la exportación. El estado de la educación es deficiente y los colectivos más desfavorecidos, las mujeres y las tribus indígenas se ven doblemente marginados. Se estima que por lo menos un tercio de la población rural no tiene acceso a la tierra y que una proporción importante de las tierras que poseen los campesinos se encuentra en zonas agroecológicas no adecuadas para la agricultura
[ii]. Los siguientes parámetros podrían caracterizar la situación actual del medio rural:
Mantenimiento de la pobreza rural: En Iberoamérica la tasa de pobreza sigue más elevada en el campo que en los pueblos y a su vez que en las ciudades. Esta pobreza y extrema pobreza rural es caracterizada por por tres factores
[iii]:
Una exclusión y discriminación social y económica debida al origen étnico y de género
Una carencia o limitado acceso a servicios destinados a satisfacer necesidades básicas de las familias rurales (salud, educación, vivienda y otros); y
Niveles de ingresos inferiores a la cantidad mínima para obtener el conjunto básico de bienes y servicios para la familia.
Falta de infraestructura básica: La inversión pública en capital social (como en la educación y la sanidad) ha sido más reducida en los pueblos que en las ciudades, y el escaso nivel de educación ha impedido a los emigrantes estacionales encontrar empleo en el exigente mercado laboral urbano
[iv].
Carencia de gasto social: El gasto social en la región no ha favorecido ni a los sectores más pobres, ni a las áreas rurales. Con la excepción de la educación primaria, el sector de menores ingresos sólo recibe una proporción cercana al 25% del gasto social en educación secundaria, salud y nutrición, vivienda y seguridad social (QUIJANDRÍA et al 2001).
Grave presencia de desigualdades de género y etnia: A pesar de que en América Latina y el Caribe existe una legislación e instituciones públicas especiales para las poblaciones indígenas, éstas son víctimas de una fuerte exclusión social y económica y una elevada incidencia de pobreza extrema. Destaca la situación especialmente dura de las mujeres. Un gran número de hogares está liderado por una mujer en exclusiva, si bien su condición de mujer les hace tener menos acceso a la tierra, el agua, los créditos o los servicios sociales, lo que hace de ellas junto con la infancia el segmento más vulnerable de esta población a la vez que el más importante para su sostenimiento.
Grave deterioro de los recursos naturales y ambientales sobre los que se asienta la producción. Existen diversas zonas agroecológicas cada cual aquejada de serios problemas en la base productiva, entre los que cabe citar como principales la pérdida de suelos, la deforestación, la desertificación y la pérdida o descompensación de los ciclos hidrológicos. Además, el uso excesivo de fitosanitarios peligrosos contaminan cauces de agua e incrementan el riesgo de contraer enfermedades.
[i] CEPAL, 1999. Panorama Social de América Latina y El Caribe 1999. Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y El Caribe. Santiago. Chile.
[ii] IFAD 2002. Documento estratégico regional. División de América Latina y el Caribe – Departamento de Administración de Programas.
[iii] IFAD op. cit.
[iv] IFAD op. cit.

lunes, 16 de junio de 2008

PRINCIPIOS GENERALESPARA UN DESARROLLO RURAL

PABLO MARTÍNEZ DE ANGUITA
Director Fundacion APIC - España

RESUMEN

El presente artículo pretende mostrar la visión que la Fundación APIC tiene sobre el desarrollo rural en Latinoamérica y sobre los principios que pretende aplicar en los proyectos de desarrollo rural.

CONCEPTO DE DESARROLLO RURAL

La OCDE define Comunidad Rural como aquel ámbito territorial con menos de 150 habitantes/km2. Sin embargo, la noción de “rural” no es únicamente una delimitación geográfica; se utiliza universalmente para referirse a ciertas partes del territorio que tienen poblaciones de baja densidad y determinadas características socioeconómicas
[1]. El espacio rural es un tejido económico y social que comprende un conjunto de personas, territorio, culturas y actividades diversas: agricultura, selvicultura, artesanía, pequeñas y medianas industrias, comercio y servicios, sirviendo además de amortiguador y de espacio regenerador indispensable para el equilibrio ecológico. Es además lugar de ocio y reposo[2]. Así, las zonas rurales podrían considerarse como aquellos espacios más o menos abiertos con pequeñas y medianas poblaciones con predominio de la agricultura, selvicultura y ganadería en oposición a las zonas urbanas y periurbanas.
El desarrollo rural se define como un proceso localizado de cambio social y crecimiento económico sostenible, que tiene por finalidad el progreso permanente de la comunidad rural y de cada individuo integrado en ella
[3]. Puede entenderse en un sentido básico como la mejora de las condiciones de vida de los habitantes de los territorios rurales, como objetivos la mejora de la calidad de vida de los habitantes del medio rural, que a su vez implica el incremento de los niveles de renta, la mejora en las condiciones de vida y de trabajo y la conservación del medio ambiente[4].
Márquez (2002)
[5] lo define como “el proceso de crecimiento económico y cambio estructural para mejorar las condiciones de vida de la población local que habita un espacio e identifica tres dimensiones del mismo: la económica, la sociocultural y la político administrativa. Mediante este proceso se pretende una mejora de las condiciones de vida y trabajo que lleve consigo la creación de empleo y riqueza, compatible con la preservación del medio y el uso sostenible de los recursos naturales”.
Por último, y asociado al concepto de ruralidad y desarrollo está el de territorio: Éste es definido
[6] como el espacio que acoge y en cuyo seno se desarrolla la vida social, la actividad económica, la organización política..., el presente y el futuro de una comunidad social. El territorio es por lo tanto "sistema activo en continua evolución" y, como tal, es la referencia primera para el desarrollo.

El enfoque local del desarrollo rural
Existen diversos conceptos de desarrollo rural
[7]. La Fundación APIC parte del desarrollo rural con enfoque local. Éste se puede definir como el proceso de organización del futuro de un territorio y el resultado del esfuerzo de concertación y planificación emprendido por el conjunto de los actores locales con el fin de valorizar los recursos humanos y materiales de un territorio dado y mantener un diálogo con los centros de decisión económicos, sociales, culturales y políticos, en donde se integran y de los que dependen. Los fundamentos de esta modalidad de desarrollo podrían conceptualizarse como el desarrollo de los recursos endógenos, la mejora de la calidad de vida, la formación y el desarrollo personal, la conservación del medio ambiente, el uso recreativa y social del espacio, la formación de animadores o agentes locales, el desarrollo de sus potencialidades poblacionales, productivas y naturales, y la realización proyectos micro y macroeconómicos. Este desarrollo rural con enfoque local parte de las políticas que constituyen su elemento externo, son condición necesaria pero no suficiente, y el factor humano del desarrollo local, los emprendedores, los líderes y los gestores, que deben tener la capacidad de emprender, de tomar decisiones y de asumir riesgos.
Una definición de este enfoque puede encontrarse tanto en SANCHO COMINS et al (2002)
[8] como en GONZÁLEZ DE CANALES (2003)[9] de “proceso endógeno que se genera en el territorio de forma global e intersectorial, y que exige la participación activa de la propia población en un proceso apoyado en la acción subsidiaria de las administraciones y de otros agentes externos”.
La filosofía que impregna hoy en día a los actuales programas de desarrollo en cuanto a participación, colaboración, asociacionismo y vertebración, ha generado en el mundo rural una nueva forma de hacer las cosas. Los agentes económicos deliberan sobre las debilidades, las oportunidades las amenazas y las fortalezas de sus zonas, acuerdan estrategias comunes y marcan sus objetivos, todo ello con una colaboración subsidiaria de las administraciones públicas a quienes proponen proyectos viables desde la iniciativa privada
[10].
Allí donde se ha empleado esta filosofía, han surgido múltiples beneficios. Hoy se habla de conceptos nuevos en el medio rural tales como “innovación, efecto demostrativo”, “competitividad”, “calidad”, “cooperación”,…Los nuevos programas de desarrollo rural han generado puestos de trabajo, o inversiones público-privadas en el territorio; si bien se puede afirmar, que el máximo beneficio ha sido el cambio de actitud generado y el restablecimiento de la confianza y autoestima de la población rural
[11].

¿Qué pretende el desarrollo rural con enfoque local?
Este nuevo concepto de desarrollo rural implica múltiples dimensiones (SANCHO COMINS et al 2002). Por una parte potenciar la propia condición humana mediante el crecimiento en formación cultural, técnica y organizativa de los agricultores; y por otra lograr mejoras productivas, aumento de rendimientos y obtención de recursos en un mismo espacio con menores esfuerzos; todo ello desde una mentalidad que procure la conservación del entorno y el uso de técnicas y sistemas de producción respetuosos con el legado histórico y la propia condición del medio natural.
Este desarrollo rural pretende reestructurar el sistema económico rural mediante estrategias de desarrollo empresarial basado en las capacidades del territorio. GONZÁLEZ DE CANALES (2004) lo concibe como la capacidad que tienen las personas en un territorio de movilizarse asumiendo el protagonismo de asegurar su futuro, procurando la máxima integración de los actores locales, organizándose en partenariado local capaz de asumir acciones de desarrollo de forma corresponsable con las administraciones públicas, capitales e iniciativas de I+D+I
[12].
El Desarrollo Rural con enfoque local es un proceso en la medida en que constituye una acción que tiene una duración y abarca un tiempo determinado; y que se caracteriza por ser global, participativo, endógeno y subsidiario. Por otro lado tiene unos contenidos ineludibles que cumplir: fortalecer la formación del agricultor, potenciar la I+D, mejorar las condiciones de vida, crear empleo, diversificar los recursos económicos y hacer compatible todo ello con una sostenibilidad del medio ambiente.

¿Cómo lograr un desarrollo rural con enfoque local?
El desarrollo rural con enfoque local necesita partir de varios presupuestos, ha de ser integrado, participativo, endógeno y subsidiario. Integrado implica la incoherencia de planteamientos aislados territorialmente y sectorialmente sin perspectivas integradoras. Participativo porque exige partir de un respeto a la iniciativa personal y de los grupos que vayan a desarrollar las acciones locales. Endógeno por cuanto parte de apoyarse en los propios recursos y valorar sus potencialidades inherentes al medio; y subsidiario en cuanto a que la acción externa procedente de las Administraciones Públicas o de los agentes privados. Una vez desencadenado el proceso de desarrollo, éstas deben adoptar una actitud de mero acompañamiento sin restar el mínimo protagonismo a los habitantes del mundo rural y sus objetivos deben ser lograr la:
· Calidad de vida: Debe realizarse bajo un triple perspectiva, dotar al mundo rural de las infraestructuras y servicios necesarios, dar la cohesión económica y social y procurar la recuperación del prestigio social y los valores del medio rural ante una sociedad netamente urbana.
· Creación de empleo: Debe promocionar el empleo de jóvenes, desarrollar una verdadera política de ayuda a la mujer y diseñar planes de formación permanente.
· Diversificación económica: debe buscar la plurifuncionalidad de los territorios generando diversas ofertas tales como la producción agraria, el recreo y turismo, la agroindustria, la artesanía, la restauración, la valorización ambiental…
· Sostenibilidad: el desarrollo no debe poner en peligro los recursos para generaciones futuras, sino más bien, y en concreto el desarrollo de la actividad agraria, debe tener entre sus objetivos cuidar el paisaje y mantener el espacio natural.
· I+D: La investigación y el desarrollo de nuevos productos así como la adaptación del mundo agrario a las nuevas tecnologías es fundamental para no generar una brecha con los entornos urbanos e impedir la marginación del espacio rural.

A estos componentes puede añadírsele uno más, la educación para el desarrollo rural. La educación para un desarrollo local global, democrático
[13], complejo, solidario, sostenido y sostenible, planificado según la demanda comunitaria concibe, es una modalidad de educación social, cuya finalidad es ayudar a crecer como persona, a cada uno de los individuos que integra la comunidad para que sea un elemento activo, capaz de participar, organizadamente con otros en lo que todos consideran un bien común. Cuanto más crezca cada miembro de la comunidad como persona, más activamente podrá luchar a favor de su propio desarrollo y el de sus convecinos. El desarrollo, la obra lograda, no puede quedarse únicamente limitada a saber resolver técnicamente un problema de modo individual, es necesario asumir el desarrollo local como labor propia del crecimiento humano y colectivo y sentir orgullo por la propia actividad. Desarrollar implica crecer, adquirir una madurez que permita a un territorio vivir por si mismo, liberarse en el sentido amplio de la palabra. Una comunidad libre y educada en la solidaridad y en el gusto por lo propio, por su propio territorio, y confiada de si misma tiene razones y capacidad para generar empleo, cuidar el entorno, diversificar la economía o encontrar interés por la investigación y la innovación sobre lo que valora y aprecia, lo propio.

[1] GARCÍA-MARIRRODRIGA, R.; YAGÜE, J.L. 2004. “Los distintos enfoques del desarrollo rural. Algunos ejemplos de proyectos en la Unión Europea y en América Latina”. Actas del VIII Congreso Internacional de Ingeniería de Proyectos. Ingeniarien Goi Eskola y Asociación Española de Ingeniería de Proyectos (AEIPRO). Bilbao.
[2] COMISIÓN EUROPEA. 1999. Reforma de la PAC: Desarrollo Rural. Dirección General de Agricultura. Bruselas.
[3] VALCÁRCEL-RESALT, G. y TROITIÑO, M.A., 1992. (Eds.). Desarrollo Local y Medio Ambiente en Zonas Desfavorecidas. MOPT. Colección Monografías. Madrid.
[4] GÓMEZ OREA, D., 2002. Ordenación Territorial. Mundi-Prensa. Agrícola española, S.A. Madrid.
[5] MARQUEZ, D. 2002. Bases metodológicas del desarrollo rural. En Nuevos horizontes en el desarrollo rural (Dominga Márquez coord). AKAL. Madrid.
[6] Manifiesto de Figaredo sobre ruralidad, firmado por diversos profesores universitarios y profesionales del desarrollo rural.
[7] De acuerdo con MÁRQUEZ (2002), el desarrollo rural entendido como estrategia de desarrollo económico y mejora del nivel de vida comienza en la década de los años 70. La autora divide este desarrollo rural en “Desarrollo rural endógeno”, “Desarrollo rural integrado” y “Desarrollo local”. Se puede afirmar que cada concepto tiende a ampliar la percepción del anterior, siendo el último de éstos el que hoy en día tiene mayor aceptación.
El desarrollo rural endógeno tiene como objetivo incrementar el bienestar de la comunidad local mediante el establecimiento de actividades económicas y socioculturales utilizando básicamente sus propios recursos humanos y materiales. Esta modalidad de desarrollo se caracterizaría por definir estrategias de desarrollo a partir de los recursos naturales, reordenar los recursos naturales hacia producciones con posibilidades de industrialización, integrar la agricultura-selvicultura y la industria, crear infraestructura básica para el desarrollo de polígonos industriales, promover la inversión y conservar los Espacios Naturales.
El desarrollo rural integrado tiene como objetivo general integrar todas las formas potenciales de aprovechamiento de los recursos existentes en la zona, especialmente el agrícola; y como objetivos específicos mejorar la calidad de vida en el medio rural, regenerar y dinamizar dicho medio, mantener la población, proteger el medio ambiente y crear empleos. Este desarrollo se caracterizaría por promover una diversificación de la actividad agrícola sin perder de vista la identidad cultural de las zonas rurales ni la preservación de sus valores medioambientales, culturales, históricos y patrimoniales, y manteniendo un equilibrio territorial y ecológico que sirviera como soporte de las distintas actividades sociales y recreativas.
[8] SANCHO COMÍNS, J., MARTÍNEZ, J. y MARTÍN, M. A. 2002. Necesidad de un Marco Jurídico para el Desarrollo Rural en España. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.
[9] GONZÁLEZ DE CANALES LÓPEZ-OBRERO, F. 2003. Concepto de territorio. Nota técnica del Instituto de Desarrollo Comunitario. Fundación INFODAL. Madrid.
[10] FORONDA, C. 2002. La capacidad del turismo como elemento dinamizador del medio rural. En Nuevos horizontes en el desarrollo rural. AKAL. Madrid.
[11] Foronda, op. cit.
[12] Investigación más desarrollo más innovación.
[13] GONZALEZ DE CANALES (2005) afirma que las poblaciones rurales que han tenido un proceso de desarrollo local participativo acaban siendo más conscientes del significado de la democracia y habituados a su ejercicio que otros habitantes, constituyéndose en sus primeros defensores.
. EUNSA. Pamplona.